Poeta universal, Manuel Ruiz Amezcua (Jódar, Jaén, 1952), ha publicado recientemente (Editorial Comares) su obra completa, Una verdad Extraña (Poesía, 1974-2021), que alcanza ya la sexta edición. Además, su poema Enterrad bien a nuestros muertos, sobre la pandemia, acaba de salir publicado en 12 lenguas también con Comares: Inglés, Alemán, Francés, Italiano, Hebreo, Árabe, Neerlandés, Portugués, Catalán, Rumano, Serbio y Griego moderno, gracias a doce hispanistas.
Son ya 47 años de relaciones con las palabras, como usted dice, con las de los vivos y con las de los muertos, ¿cuáles pesan más en su poesía?
–El presente significa poco para la historia de la Humanidad, aunque signifique mucho para los que lo vivimos. No conviene estar atados al presente, cada pensamiento y cada sentimiento, debemos expresarlos teniendo en cuenta la historia de la cultura, esa larguísima cadena que nos ata a los muertos, al concepto de Civilización. Todo lo que dura, todo lo que permanece debe realizar ese intento: procurar que cada poema sea leído de forma distinta por las generaciones venideras. Hacer de lo particular algo universal. O, al menos, intentarlo. Nuestro Quevedo lo expresó muy bien:
Vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Una verdad extraña es su última antología, ¿por dónde discurre su poesía y su propia voz?
–No es una antología, es toda mi poesía lo que contiene ese libro: desde 1974 hasta ahora mismo, hasta 2021. Una verdad extraña apareció por primera vez en 1995 y va ya por la sexta edición, corregida y aumentada. La primera edición tenía seis libros y esta última tiene trece y unos cuantos poemas más. Está ahora en las librerías. Es un volumen de casi 800 páginas. He procurado que mi poesía sea variada, en el fondo y en las formas. He manejado variedad de metros y he escrito poesía amorosa, poesía política, poesía social, poesía de celebración de la vida y poesía de denuncia de las injusticias de la vida, las que son inherentes a la condición humana y las que añadimos las personas en nuestro comportamiento con los demás, las que podríamos ahorrarnos.
¿Hay algo de lo que se extrañe?
–El extrañamiento ante el mundo y ante nosotros mismos forma parte de la naturaleza humana. Y forma parte de la cultura y, por supuesto, de la poesía. Es una palabra (extraño, extraña) repleta de significados y todos interesantes, entre otras cosas porque todos somos singulares y todos tenemos nuestras extrañezas, y nos enriquecen al expresarlas artísticamente. Lo extraño es consustancial al Arte y al pensamiento. En lo popular y en lo culto. Lo extraño nos trae lo desconocido y crea una belleza sorprendente. Tiene mucho de desafío y de independencia.
El rencor social en su poesía, como lo definió Fernán Gómez, ¿es un arma de futuro?
–El rencor social es uno de los muchos temas de mi poesía. Ha existido en el pasado y existe en el presente. Y mucho me temo que si seguimos por donde vamos va a seguir existiendo en el futuro. Lo que Fernando Fernán Gómez dijo, exactamente, es lo siguiente: Ruiz Amezcua, poeta auténtico, poeta irremediable, dispuesto a luchar incluso contra sí mismo, no ha tenido en cuenta la moda al escribir sus versos. Voluntariamente ajeno a las urgencias de esa moda, no abandona al viejo rencor social, sino que lo sitúa en la más candente y esperpéntica actualidad. Esto lo escribió Fernando en 2005, en un artículo sobre mi libro Contra vosotros. Si entonces dijo que me había quedado corto, qué diría hoy al ver lo que tenemos, hasta en el mismo Parlamento…
¿Cree que es más frecuente la poesía adocenada?
–El diccionario de la RAE define así lo adocenado: vulgar y de muy escaso mérito. Lo adocenado ha existido siempre, el problema es que ahora lo ocupa todo y se ve como normal. Las redes sociales han abonado ese camino. El terreno poético apenas existe en los libros de texto. Los criterios que se aplican para hablar de un poema ya no son criterios estéticos, ya no se dice por qué un poema es bueno, malo o regular. O por qué lo excelente es memorable. Por otra parte, al poder no le interesa la cultura, nunca le interesó, pero ahora menos. Un ciudadano culto, y crítico, es un individuo peligroso. Debe ser adocenado y repetir lo que repite el poder una y otra vez. En la poesía pasa lo mismo. Los poetas oficiales son los que ocupan los cargos oficiales y repiten las consignas oficiales. Y tienen los premios oficiales. Ahorro detalles conocidos por todos. Han creado una casta de poetas cortesanos, y todos escriben lo mismo y de lo mismo.
¿Ha pagado algún precio por su actitud rebelde, alejada de los lugares comunes, de las modas y del vasallaje social y político?
–Lo de la rebeldía está más que devaluado. Hoy cualquiera se declara rebelde, pero nunca en rebeldía. Sostenía Nietzsche que el rebelde derriba para crear algo nuevo. El que se declara en rebeldía sabe muy bien que fuera de los palacios del poder hace mucho frío, y está dispuesto a pasarlo y a crear a la intemperie una obra que no se parezca en nada ni a lo que piensa el poderoso, ni a lo que piensan los que lo cortejan. Por ser libre se paga un precio muy alto, pero la recompensa está en la libertad con que creas una obra ajena ajena al vasallaje, a cualquier tipo de vasallaje. Lo de Diógenes y Alejandro Magno ilustra mucho. Le dijo el segundo al primero: Pídeme lo que quieras y te lo daré. Y Diógenes respondió: Apártate de mi vista, me quitas el sol.
¿Quién habita en las cavernas de la Literatura?
–Volvamos al diccionario. La caverna es una concavidad profunda, subterránea o entre rocas. En los tejidos orgánicos es el hueco donde se refugia el pus, que hay que extraer para que vuelva la vida y la alegría al cuerpo. En la Literatura las palabras deben hacer lo que el bisturí del cirujano. Todo lo demás es puro juego para disimular y entretener. En la Literatura hay mucha verdad y mucha belleza, pero también hay mucha mentira y mucha mafia. En la cultura habita también la crueldad y la barbarie. Un ejemplo muy conocido: el pueblo alemán era el más culto de Europa y el que mejor trataba a los animales. Y fue capaz de lo que fue capaz en el siglo pasado, incluso de programar la solución final, el holocausto, para el pueblo judío y para otros pueblos.
¿Es la suya una poesía de ideas en esta sociedad cada vez más alejada del compromiso ideológico?
–Efectivamente, siempre he creído en el poder de las ideas, pero mi poesía no tiene nada de ideológica. Lo de la ideología ha acabado reducido a lo político en la mayoría de los casos. Me interesa la variedad de las ideas, pero no me interesa el empobrecimiento de las ideas en el que ha acabado la ideología política. Esta cada día es más sectaria, más simplista y más tendenciosa. Está orientada a la propaganda para captar el voto. Las ideas enriquecen la libertad crítica del ciudadano, la ideología ha acabado empobreciendo esa libertad. Esto tiene mucha conversación. Entre otras cosas porque mi poesía es un compromiso de responsabilidad con las palabras y con otras cosas esenciales de la vida.
“Enterrad bien a nuestros muertos” se ha convertido en una crónica de lo vivido, de lo perdido. ¿Qué ha supuesto en su obra este poema?
–Acaba de salir publicado en 12 lenguas en la editorial Comares: Inglés, Alemán, Francés, Italiano, Hebreo, Árabe, Neerlandés, Portugués, Catalán, Rumano, Serbio y Griego moderno. Gracias a 12 hispanistas, y gracias a este poema, que cuenta lo que ha significado la pandemia en todo el mundo, mi poesía se abre a otras culturas.
¿Cuál es su relación con su tierra, Jaén?
–Dicen algunos que mis poemas sobre la provincia de Jaén son de lo mejor de mi obra. El poema Lo que verán los otros, monólogo dramático en el que el propio Andrés de Vandelvira se plantea la idea de lo eterno en el arte y en la religión, ya está traducido y publicado en Griego moderno. Y le está poniendo música Amancio Prada, y quiere cantarlo en la Catedral de Jaén y en Úbeda y Baeza. Presenté por escrito hace año y medio en la Diputación Provincial un proyecto con todos mis poemas sobre la provincia. La idea era convertirlos en un disco, acompañado de un cuaderno explicativo. Me llamaron el representante político y el representante cultural de la Institución y allí fui a explicarles durante una hora el asunto. Dije que lo daba todo gratis. Mi ilusión es que mis paisanos conozcan todos esos poemas. Y que no tengan que publicarse primero en el extranjero, en otras lenguas, como ya se ha publicado el de Vandelvira. Comprendo que ahora lo primero es salir de la pandemia, pero me gustaría saber si existe voluntad de hacer realidad el proyecto. A mí me gustaría que lo hicieran aquí. Y si no, ya saldrá adelante en otras tierras. Lo importante es que lo conozcan nuestros paisanos. Una de mis obsesiones cuando he escrito sobre nuestras tierras y nuestras gentes ha sido la de universalizarlos.