Eran las cuatro de la tarde y en Cerro Fruto, en la esquina con la calle Lechera, el tabanco se iba llenando poco a poco. Llegaban los pescaeros, con los bolsillos plenos de fajos de billetes de una mañana sobresaliente en sus puestos de la Plaza de Abastos y con la garganta seca, y las medias botellas, salidas de las botas, se esparcían a lo largo de un mostrador lleno de anotaciones a tiza. Vino a palo seco, quizás algunas avellanita, pero poco más. Mucho vino y cuando ya se calentaban estómago y cabeza, mucho cante y hasta que el cuerpo aguantase, mientras que el suelo del tabanco aguantaba gracias al serrín que se había esparcido por él nada más abrir sus puertas.
Y mientras esa escena se vivía allá en Lecheras, en Bizcocheros, a lo mejor, era Fernando Terremoto, padre, quien se hacía sentir con una siguiriya, después de haber tomado un par de vasos en una esquina del tabanco que estaba junto a la iglesia San Pedro. Muchos vasos se tomaban en Casa Eloy y mucho cante se escuchaba y muchas conversaciones de toros que se habían iniciado en la barbería de Sebastián y que habían seguido al olor del vino que salía de las botas y los barriles.
Y en el tabanco de la Lotería, camino ya de San Marcos, un tabanco pequeñito en el espacio pero grande en su clientela, el cante siempre se hacía de noche y a puerta cerrada. Taquillas cerradas había en muchos tabancos “ya que no entraban las mujeres, pero algunas iban a por media botellita y en muchos había una salita con una taquilla, a la que llamaban y ahí se le servía la media para que se la llevasen a casa”, comentaba un tabanquero antiguo, de esos que dicen que dejaba los vasos para poderse ver en ellos, que no quiere que su nombre salga a la luz.
Los tabancos de Palomino y Vergara, los de Cala, Los Pare y Beba y el Número 1 de Plateros, donde por las mañanas resonaba la voz poderosa de Rufino Quintana, mientras que Vicente, el de Loreto, intentaba vender los cupones. Los tabancos en los barrios de siempre, como en la plaza San Lucas o la plaza del Mercado o el de la plaza San Juan, el que había a la vera del antiguo Bar Juanito o La Tomatera en la calle El Salvador o aquellos que hasta hace poco han estado en pie, como el del Nono o el Gallego, en El Arenal o San Agustín. O El Torito en la calle Medina y hasta un tabanco, en Doctrina, que era famoso por su tinto y no por el vino de Jerez, como era La Pandilla.
O aquel de calle Paúl, que era parada obligada antes y después de los partidos de fútbol en el fenecido también Estadio Domecq. O los de Petra, uno de sus bastiones se mantiene aún en la Porvera, con el tabanco que había en la calle Zaragoza o enfrente del Ambulatorio, hoy se llama Centro de Salud, de la calle José Luis Díez.
“Los tabancos abrían a las siete de la mañana y no tenían horas de cierre. Se echaban horas y horas en ellos. Por la mañana se tomaba la morenita -dulce con oloroso- porque aún no había nacido el cream. En aquellos años 40 y 50 no había tampoco dinero, un poco lo que pasa ahora, pero los tabancos estaban de bote en bote, alguna que otra vez por aquello del exceso de la bebida había sus piques, alguna pelea, pero el tabanquero siempre estaba dispuesto al quite y la mayoría de las veces las cosas no pasaban a mayores porque todos eran conocidos del día a día”. En verano las noches se eternizaban en los tabancos y “como anécdota, había uno en la calle Ceniza donde en la época de los caracoles ponían vino y taza de caracoles. En aquellos años, media botella y tres tazas de caracoles costaban 2 euros”.
Y en los años 40 la media botella, siempre sacada de barril o de la bota, “ya que el medio tapón como se le decía se tomaba ya en los bares”, costaba 1.10 y luego “pasó a 2 y a tres pesetas”.
El pasado de Jerez, el mundo de los tabancos “en cada calle había uno o dos tabancos, como ocurría en Porvenir, o en la calle Juana de Dios Lacoste, donde llegó a estar la peña Jaime Ostos o junto al Cine Astoria o el bodegón Parra, junto a Santa Rita y frente al colegio de El Salvador. Y Tres Piedras y las Cuatro Esquinas. Yo creo que los tabancos se han ido cerrando a medida que los tabanqueros nos hemos ido jubilando”. Y eso fue hasta los 80.
Ese mundo que ahora se quiere reactivar con “Tabancora”, la primera Ruta de Tabancos de Jerez que reúne a cinco establecimientos de la ciudad en una nueva propuesta enoturística. No están todos los que son, pero sí son los que están. Hay tabancos, como Casa Petra o el Marmolillo, en la calle Unión, en la Escalerilla, que siguen siendo tabancos antiguos, aunque en Petra se da café, clásicos, pero que por distintas razones no han entrado en la ruta. Y siguen existiendo tabancos en las barriadas, como Casa Astorga en La Coronación o La Bodeguilla en Juan XXIII y otro en Icovesa o La Golondrina o Pare y Beba, en La Plata, y muchos otros esparcidos por las distintas barriadas. Tabancos clásicos que superviven al paso del tiempo. Pero hay que adaptarse y hay que reinventarse un pasado que no fue ni mejor ni peor, pero sí claramente diferente y, por eso, El Pasaje, uno de los más antiguos de Jerez, de los años 20 y que está ahí impasible ante el paso del tiempo en pleno centro, o la Tasca San Pablo o Plateros, rememorando aquel Número 1, La Bodega o La Sureña han puesto en marcha una ruta a la que se le añade una interesante programación cultural, esa que antes no hacía falta porque el cante estaba presente en todos y cada uno. No se ponía ese clásico “prohibido el cante” que comenzó a proliferar a comienzos de los 80 por tabancos y bares. Una decisión desafortunada porque el cante sobre la mesa de madera o sobre el mostrador era un clásico en Jerez, donde aún hay sitios donde se puede escuchar aunque, desgraciadamente, cada vez menos.
El portavoz de Tabancora, Jesús Muñoz, apoya la iniciativa para “reforzar las raíces culturales propias de la ciudad, propiciar la colaboración entre todos para la organización de eventos, potenciar la actividad económica, así como la colaboración con otras instituciones y empresas”. Reinventarse el pasado, con unos tabancos donde la juventud, la mujer, tiene presencia activa y donde no solo hay que beber vino sino que hay otras alternativas, aunque se quiere incidir en esa promoción interna del vino de Jerez que tanta falta también está haciendo y al que Tabancora quiere contribuir. Y así lo ha entendido el propio Consejo apoyando este iniciativa aunque ya no existe el “vino peleón”.
Jerez
‘Tabancora’, o cómo reinventarse el pasado reciente de los tabancos
Redefinir el futuro sin olvidar el pasado.
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