Está el mundo enfermizo y cruel, absurdo, en el que quienes siembran sus campos de convivencia viven un universo paralelo tan cuajado de luminotecnia y vómitos de egocentrismo que la luz natural de la vida verdadera -la limpia- que es natural, apenas puede abrirse paso ante tanta cerrazón, manipulación y odio. En ese mundo vence siempre la violencia y logra además abrirse paso un discurso mentiroso y canalla que habla de equidistancias y de víctimas en dos supuestos bandos. Sólo existe uno, el de los asesinos. El otro es sólo un colectivo de víctimas inocentes por completo.
Está ETA y quienes le amparan. Y están los asesinados por ETA.
Está el mundo sucio, el de los violentos grandilocuentes que hablan con una lamentable propiedad, y notable desconocimiento, de la construcción del mundo, políticos venidos arriba que creen tener el derecho a decidir el futuro de la humanidad. Muchos de ellos son decididos imberbes mentales, gente poco instruida -si obviamos las técnicas militares- y seres humanos más cercanos al pensamiento del dictador totalitario que al regidor demócrata que cree realmente en la libertad de todos más allá de creencias o pensamientos.
Y está el mundo de la gente sencilla, la de los valores, las personas que trabajan y aman, que se sacrifican y luchan, que son sacrificados y aún así intentan zafarse del mundo oscuro con una sonrisa y un beso constante en la mejilla del prójimo. Son personas corrientes, normales, bienintencionadas, a menudo con talento, de corazón valiente y altas miras de futuro. Están dispuestos a pelear por los valores de la convivencia y la educación.
Está Putin. Y están los ciudadanos de Ucrania bajo el yugo de la violencia.
Está el mundo que cada mañana se levanta para romper, para destruir, para inventar falacias llamadas a cercenar, demoler los valores de una sociedad a la que interesa tener bajo el yugo de la amenaza perpetua. Solo así puede dominarse la voluntad general.
Y está el mundo de las personas que ahora sueñan con la primavera, con el sol, con la luz, con el avance, con la paz, con el trabajo. Con mirar al otro a los ojos y tenderle una mano. Gente como los hermanos de Santa Marta, que a esta hora recorren Europa en autobús para decirle a muchas víctimas de la violencia rusa que no están solas, que siempre hay seres en este mundo, el bueno, dispuestas a apostar -de verdad- por la igualdad.
Está la gente de paz y armonía, de buen corazón. Y están quienes tienen el alma del color de la envidia y el odio. Y tú, ¿de qué lado estás?
