En abril de 2016, la por entonces presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, realizó una visita institucional a Jerez en la que anunció la puesta en marcha de un centro tecnológico del motor en las instalaciones del Circuito de Jerez. Han transcurrido ya casi tres años desde aquella fecha; tiempo más que suficiente para que el proyecto estuviese, si no casi ejecutado, al menos con las obras en marcha, y sin embargo ni siquiera está redactado.
El por qué puede deberse a algunas de estas razones, incluso a un compendio de ellas: las tramitaciones administrativas se han convertido en un freno para el desarrollo de cualquier tipo de proyecto; la Junta de Andalucía no ha puesto el suficiente interés, o ha priorizado otras iniciativas antes que la de Jerez; y el Ayuntamiento ha sido incapaz de presionar a la Junta para acelerar la tramitación y hacer valer su determinación en favor de un proyecto en el que ha creído desde el principio sin que hasta ahora haya visto algún fruto.
Lo cierto es que dicha tramitación ha sido lo más parecido a una serie de catastróficas desdichas, como previstas por Lemony Snicket. Por orden cronológico, la primera reunión para abordar el proyecto entre ambas administraciones se produjo en mayo de 2016, reflejo del compromiso por abordar el asunto cuanto antes, pero el siguiente paso no se conoce ya hasta septiembre, cuando el Ayuntamiento ofrece 14.000 metros junto al Circuito como espacio de ubicación del centro del motor. Tres meses después se sabe que la Junta destinará al mismo 5 millones de euros a través de los fondos ITI. Desde entonces, no vuelve a haber noticias hasta septiembre de 2017, cuando el Ayuntamiento reconoce un retraso a causa de una necesaria modificación puntual del PGOU, que se aprobará finalmente en noviembre de ese año.
En abril de 2018, el proyecto recibe el informe de impacto medioambiental favorable y la alcaldesa habla ya de su presentación oficial en mayo, mientras que la propia Junta retrasa la fecha hasta junio. Así hasta que en julio -apunten bien esa fecha-, el entonces delegado del Gobierno, Juan Luis Belizón, reconoce que hay un “atasco” en los despachos. Mientras tanto, Cirjesa culmina la redacción del proyecto de viabilidad y acuerda con la Junta la firma de un protocolo, prevista para diciembre, por el que el Ayuntamiento asume la ejecución directa del proyecto.
Ese protocolo no se llega a firmar por la convocatoria de elecciones y el cambio de gobierno tampoco facilita las cosas. De hecho, y pese al primer y cordial encuentro institucional entre la nueva Junta y el Ayuntamiento, la Delegación del Gobierno anunciaba esta semana que desechaba el proyecto por incumplimiento de plazo. El Gobierno local replicó que la normativa ITI permite una prórroga hasta 2023, y la Delegación contraatacaba afirmando que fue la Agencia Idea quien ya en julio (¿recuerdan?) descartó seguir adelante. Ese escrito -el “atasco” al que se refería Belizón-, efectivamente, decía eso, pero, también, que tomaba la decisión para que la Junta articulara un protocolo -el que se iba a firmar en diciembre- para que Cirjesa asumiera la ejecución del proyecto, lo que ha dejado en una comprometida situación a la propia delegada del Gobierno, Ana Mestre, en su empeño por dar carpetazo al proyecto -todavía andan a la búsqueda de un nuevo informe con el que seguir en la pelea-.
La clave, en este sentido, no pasa ya por el cúmulo de infortunios y dejaciones que ha marcado el proceso para la creación del centro del motor, sino por la búsqueda del enfrentamiento político, y claramente electoralista, con que ha afrontado la nueva Junta (PP) la situación del mismo, en una reedición más de la inoperante e improductiva batalla bipartidista que, hasta ahora, no ha dejado más que tierra quemada tras cada combate.
Si, en ese río revuelto del bipartidismo, Ciudadanos es capaz de tomar el mando para que el proyecto siga su curso, como pretende, le hará un favor a Jerez, aunque mejor que eso sería demostrar de una vez por todas que es posible una nueva forma de gobernar en la que predomine el interés general y no el de las siglas. Una nueva forma de gobernar sobre la que tanto ha predicado recientemente el PP, y que tan poco tiempo ha necesitado para traicionar, al menos en Jerez; posiblemente, porque no puede evitarlo.