Frente al paseo del Malecón de La Habana hay un mural en el que sobresale con grandes letras una proclama dirigida al Tío Sam: “Señores imperialistas, no les tenemos absolutamente ningún miedo”. Es una más entre las muchas que surgen estratégicamente por los espacios abiertos de la capital cubana y encarna a la perfección el estilo y el sentido con el que el propio pueblo, alentado por el eterno compañero y comandante Fidel, ha afrontado los años de bloqueo y aislamiento desde la triunfal revolución; es su forma de mantener vivo el espíritu de lucha, la esperanza por una victoria definitiva que sigue postergándose con el paso de los años a causa de un pulso tan descompensado como imperecedero.
Esa es la Cuba auténtica que ha visitado esta última semana el músico colombiano Juanes -artista del buen rollito- para ofrecer un multitudinario concierto gratuito plagado de cameos -más de la mitad, prescindibles- para rendir tributo a la paz, de manera que nadie pudiera darse por ofendido.
Mientras, el millón y pico de personas congregadas para asistir al espectáculo en la Plaza de La Revolución José Martí permanecían ajenas a la polémica suscitada por su celebración lejos (y no tan lejos) de la isla; tan ajenas como lo son a otras muchas cuestiones relacionadas con su país y de las que sólo obtienen a diario la versión oficial.
Parece ser que todos disfrutaron -a ratos-, que pudieron apreciar cómo algunos eran más valientes que otros micrófono en mano y se espera que, al menos, el concierto haya abierto un puente a la esperanza -qué bonito-, aunque no se sabe si de cara al exterior, al interior o a ambos lados. Hasta que llegue ese momento, la visión de los cubanos del mundo irá en función del número de recortes de revistas extranjeras que les dejen los turistas a su paso por la isla.
