Desde que en 1972, Francisco Mena Cantero (1934) diera a la luz su primer poemario “Aún no ha llegado ayer”, la obra de este vate de raíces manchegas -afincado hace másde cuarenta años en Sevilla-, ha ido creciendo y madurando de forma rigurosa. Desde entonces, son más de una treintena los poemarios publicados, avalados casi todos ellos por prestigiosos galardones -“Ricardo Molina”, “Francisco de Quevedo”, “José Antonio Ochaíta”, “Jorge Manrique”, “Fernando Rielo”, “Zenobia”, “Ciudad de Alcalá de Henares”, “Paul Beckett”…-, que han ido reafirmando el quehacer de un autor de honda sabiduría lírica.
Dos años atrás, se editaba en la colección
Ángaro “Página pérdida”. En él, Mena Cantero se dejaba ganar por la incertidumbre vital, por el fervor religioso, por la dicha, al cabo, de una existencia en la que se postulaba más humano y vulnerable que nunca: “Siento que estoy más lejos, cuando calla/ la campana mientras voy de camino./ Es como si el andar fuera mi sino/ y hasta escucho: “¡Qué triste que me vaya!”.
Esa inquietante visión del tiempo, abierta sin embargo a la esperanza y al fervor espiritual, deja paso en su nueva entrega a una reflexión de raíz más científica y racional. Porque en “Tus apuntes de física” (Colección Melibea. Talavera de la Reina, 2019) -ganador del premio “Rafael Morales”-, el poeta se adentra “en el pensamiento de filósofos y físicos que trataron de la creación o formación del Cosmos que nos rodea”.
Como un minucioso observador de la realidad que circunda su acontecer, el yo lírico refuerza su creencia en un universo de atracción magnética, de implicación astronómica que serviría para explicar -y explicarse- los espacios infinitos del ser y de su ánima. Sabedor de que la alquimia del verso es la confirmación empírica de su epicentro de acción, Mena Cantero fragmenta su palabra entre la metafísica y la ciencia positiva. Y de tal dicotomía, extrae la uniformidad de su discurso: “Dar un giro en el aire,/ no circular. Solo el intento/ de la total circunferencia,/ es aceptar/ como imposible lo posible, negro/ lo blanco./ No saber/ a donde vamos/ ni de donde venimos,/ es como estar/ ignorando el lugar incierto/ en que una vez nos encontramos”.
Dividido en dos apartados, “Libro primero” y “Libro Segundo”, el volumen se abre con un “Proemio”, definitorio en cuanto a las intenciones de su mensaje: “Hubo premoniciones/ cuando el Caos ganaba la partida./ Algo soñaba el sol,/ lejos aún de la existencia”.
Ensoñación o realidad, estos “apuntes” liberan, en suma, remembranzas, presagian creencias, anudan preguntas, nombran pensamientos…, y, todo ello, tamizado por un verso de rítmicos compases, hondo en su esencialidad mística, puro en su verbal temporalidad: “El tiempo,/ de donde el Universo antiguo no procede,/ ha cavado la tumba/ de quienes festejaban su vivir/ en esta casa./ En las paredes/ se observan sus tatuajes todavía/ como imperecederas huellas/ esclavas del amor”.
Poemario original y límpido, que gravita entre la observación y la experiencia de un escritor que signa con su cántico las claves que descifran sus propios enigmas. Porque en el fulgor de estas páginas, “todo es pasión y vida, invitación/ a desahuciarnos de la muerte,/ con el agreste bálsamo, suavísimo,/ de orear el desván de la memoria”.