Con más de una veintena de poemarios ya editados, Diego Sabiote continúa su firme andadura lírica. Nacido en Almería en 1944, reside en Mallorca desde 1975, de cuya universidad es Profesor Emérito de Filosofía.En 1992, vio la luz su primer libro, “Hoy busco mi procedencia” y su mirada ya se detenía por entonces en la contemplación serena y profunda de un universo que se ovillaba muy cerca de su alma. Su decir se acompaña desde entonces de un hechizo que conjuga mesura y asombro.
La aparición de “Luminosa posada” (Granada, 2018) acerca al lector a un amplio volumen que recoge cuatro títulos: “La noche encinta” (2010), “En las cuerdas de los violines” (2011), “Donde la vida crece” (2013) y “De tu vida y la mía” (2015). De ellos y desde ellos surge un ejercicio donde el tiempo y el espacio se aúnan en una espiral personal si cómplice, íntima, si común: “Hay lugares sagrados:/ tu cuerpo y tu alma,/ el sol de tu vida, ese lugar/ cálido y misterioso/ de aromas a lavanda,/ jazmines y azucenas./ Nunca es tarde. Siempre/ hay un acceso de vuelta/ y entrada en el paraíso”.
Afirma José Jaime Capel Molina en su prefacio que en la poesía de Diego Sabiote hay “sentimientos íntimos que le empujan siempre hacia la luz, en esas desoladas soledades que nos cercan, de abismos piadosos que se instauran en nuestro ser”. Y, precisamente, esa lumbre es la que guía estos instantes vívidos, que se orillan entre remembranzas y escenarios presentes, siempre encendidos. El yo lírico pespuntea, al hilo de su viaje existencial, una biografía sentida y dadora de realidades candentes: “En estos tiempos nuestros,/ eliminados todos los obstáculos,/ incluidos los puentes, las piedras/ y los caminos románticos,/ la vida sin pestañear,/ nos la jugamos a la ruleta rusa/ en grandes avenidas y autovías de asfalto”.
En el conjunto de su producción, el quehacer de Diego Sabiote viene signado,a su vez, por una veta mística donde la espiritualidad de su verso se hace azar y vuelo, llama y huella indelebles. La cristiana significancia de su verbo se desnuda y se hace invitación a convertir en primavera los dominios del ser. Pues los surcos de su acontecer no son sino aliento y siembra para la perfecta comunión: “En mi vida, en tu vida,/ en la vida de todo hombre y mujer,/ ese momento de luz y de gracia,/ por lo menos una vez;/ ese momento tan sorprendente/ como fugaz, que abre/ el corazón de par en par/ y derrama ternura,/ un destello de gloria,/ `en la eternidad dulce de un instante´./ Desde dentro, la vida iluminada/ por donde se asoma Dios/ con una sonrisa”.
Los textos del vate andaluz vienenenvueltos por latransparencia del amor, y, en ellos, se entremezclan sentencias que emananmuy distintos conocimientos con escritos transidos de verdad. Claro que la certidumbre de su verso es también compromiso y consuelo, puessu búsqueda va más allá de lo estrictamente literario; de ahí, la constante batalla que libra en pos de alcanzar la cota más alta de su propia devoción.
En suma, un libro de libros, pleno de lírica sonoridad, transcendido juntoal temblor de lo expresado: “No dudes ni rechaces la sabiduría/ que te regala el cielo./ Él ha sido testigo/ de toda la historia del mundo”.