Presión y represión

No esta de moda luchar”. Es una idea que nos venden los inmovilistas, los conservadores, los que no tienen la conciencia tranquila y saben que tienen cosas que perder. “En democracia, no está justificado salir a las calles a protestar”. Suma y sigue. Más derrota, más principios no de bienpensantes, sino de reaccionarios que no desean que las cosas, si están mal (y lo están y mucho), se cuestionen y, sobre todo, se corrijan y se cambien. Claro, que estos son principios que los mismos que los plantean para este país, olvidan para aquellos otros en que hay disturbios contra gobiernos o políticas de izquierda. Es una ecuación retrógrada conocida que además, en los últimos seis años viene acompañada de represión policial y judicial, de pisoteo de los derechos fundamentarles, y de abuso de la autoridad contra quienes se atreven a expresarse y a denunciar, con palabras más o menos gruesas, como si fuera más importante la forma que el fondo. Un panorama que nos asalta terriblemente en días como el de ayer, cuando asistimos a la entrada en prisión de un activista de aquellos que creyeron que en España había democracia para protestar contra las políticas que sus señorías habían lanzado contra el bien común, lo público, los más necesitados, los que menos tienen, los de siempre.  Su nombre es Francisco Molero, y si quieren más datos, están dentro de nuestras páginas y en nuestra web. En materia de derechos y libertades es difícil dudar que vamos marcha atrás a pasos agigantados, cuando se juzga a la gente por criticar a la religión católica, cuando tuiteas contra un represor y sostenedor de un régimen asesino llamado Carrero Blanco  y te enchironan, cuando tienes que exiliarte por expresar en voz alta las ideas, como le ha ocurrido al rapero Valtonyc; cuando la Guardia Civil apabulla e intenta detener a un cantante por lo que expresa sobre el escenario, como si volviéramos a aquellos tiempos de la Dictadura en que había que entregar a Interior las letras de las canciones que se iban a  a interpretar en un concierto para que este señalara o tachara en rojo (qué contradicción), lo que se podía decir y lo que no. En tiempos de Franco se prohibió cantar Tengo una vaca lechera porque decían que era un insulto a la Benemérita y se encarcelaba a loros por blasfemar. Eso sí, a una ministra no se le exigen responsabilidades por decir que la Justicia miente.