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Lunes 18/11/2024
 

San Fernando

Legítima defensa

A los balances de gestión les sobra complacencia y les falta autocrítica sin culpables.

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Los balances de gestión que hacen los políticos cada cierto tiempo son balances de lo hecho y sobre todo, de lo que consideran que han hecho bien. Eso en lo que se refiere a los balances de los gobiernos, porque en lo que respecta a los que hace la oposición, la tónica es igual pero diferente. Esto es, destacan lo que no se ha hecho, pero sobre todo lo que se ha hecho mal por parte del adversario.

Tanto unos como otros, no obstante, coinciden al menos en algo, como es que los dos son interesados y por ende, faltos del cien por cien de credibilidad que sí le otorgarán sin tapujos los del mismo bando político, que algo es algo.

La falta de credibilidad no llega porque sea incierto lo que dicen que han hecho, sino por lo que no dicen que debieron hacer y no hicieron. Esto es, les sobra complacencia y les falta autocrítica sin culpables, los dos condimentos que por más y por menos convierten lo que debería ser la constatación de un logro en una simple sesión de autobombo de consumo interno que a veces no se creen ni ellos mismos, pero lo disimulan.

La consideración de tal ejercicio de controlada frivolidad es extensible tanto al Gobierno como a la oposición, esta última muchas veces agazapada en la crítica fácil cuando si bien en el nivel de turno no gobiernan, sí pueden apoyar o al menos no justificar lo injustificable de otras administraciones en la que tienen influencias.

Las consecuencias de una y otra comparecencia propagandística en el ciudadano de a pie, faltos los balances de los condimentos que los hagan medianamente comestibles, son que el público apenas es capaz de leer más allá de las entradillas de las noticias, en tanto confecciona su propio balance de lo que ha supuesto el mandato de unos,  el  gobierno de otros o la oposición de la mayoría.

Se puede decir, pues, que el ciudadano actúa igual que el político, contando la feria según le ha ido en ella, pero en el caso del sufrido votante, la  falta  de objetividad es un ejercicio de legítima defensa.

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