Todo comenzó con un proyecto del Gobierno de Nueva Zelanda ejecutado por dos cineastas australianos que llegaron a España en 1981, concretamente a Villaluenga del Rosario, con la intención de grabar un documental sobre las costumbres de un pueblo español, en este caso andaluz, gaditano y serrano.
Durante los primeros quince días no hicieron más que observar, tomar contacto y confianza con la gente, conocer el pueblo y conocer a sus habitantes. Luego comenzaron las grabaciones a la vieja usanza, con celuloide, con los problemas del calor que hacía necesario mandar las cintas grabadas a buen recaudo y que los realizadores no vienen hasta llegar a su tierra. O sea, que en aquellos tiempos no se miraba el visor de la cámara o el monitor para ver si estaba bien o había que repetir. Se grababa y se rezaba un poco.
De ahí salieron 23 minutos de película de la que sólo existían dos copias en CD, una en manos de uno de los realizadores y otra en manos de Antonio Javier González Rueda, que es el objeto de esta entrevista. O el nexo de unión de las dos historias que han salida de ese proyecto ideado en las antípodas y que era, sobre todo, un proyecto educativo.
Los realizadores no sólo grabaron sabe Dios cuántos metros de película, que para sacar 23 minutos se tiraban kilómetros de cinta. También hicieron fotos de muchos detalles, costumbres e incluso momentos familiares como el almuerzo, la charla en el bar, todo lo que se puede retratar en un pueblecito serrano de unos 600 habitantes de entonces.
Por que aunque en principio pudiera parecer que se trataba de un documental como aquellos en los que gente de fuera llegaban a España a filmar las costumbres y a una sociedad anclada en el pasado, lo era, pero mucho más. Se trataba de un proyecto educativo de forma que los niños neozelandeses podían establecer las diferencias entre su forma de vivir y la de esos españoles de la sierra de Cádiz y aprender costumbres ajenas. Educarse, que de eso se trata la educación, de conocer. Sin prejuicios.
Antonio Javier González Rueda, investigador de la Universidad de Cádiz, sabía de la existencia de esa grabación desde hacía cinco años y no dudó en hacer gestiones hasta conseguir tenerla. Y no sólo eso, sino que también consiguió una caja del tesoro donde se guardan unas doscientas diapositivas a modo de foto fija del rodaje que él se ha encargado de digitalizar una por una, una copia del proyecto educativo en inglés con su número de copia -unas 110 copias, que entonces se entregaba la cinta de 16 milímetros en una cajita, no se hacían miles de copias digitales- e incluso los cuadernos de rodaje de los dos cineastas.
En esos cuadernos se lee -todo en inglés- que fueron muchos los metros de película que se filmaron y que la mayoría se desechó como se hace con cualquier proyecto de este tipo. Salvo algún raro que lo conserve todo, que parece que no es el caso.
Esa es la primera parte. La segunda es un libro que se llama Mi pueblo y yo, escrito por González Rueda en el que no sólo narra esta historia, sino que se introduce en ella a través de un proceso de investigación con las mismas personas que la protagonizaron, cuarenta años mayores y con los que conviene en que en los pueblos han cambiado poco las costumbres ancestrales a pesar de que han pasado cuatro decenios desde aquello.
Para González Rueda, la diferencia entre un pueblo y una ciudad está en la publicidad. Los pueblos no necesitan publicitar el bar, el mercado, la barbería… porque son como una gran familia en la que todos se conocen, tienen sus más y sus menos pero conviven diariamente sabiendo de la vida y milagros de los demás. Cuando un chaval sale con una chavala, es del dominio público y como ese ejemplo, todo lo demás.
Uno de los grandes momentos de suerte de los cineastas australianos es que coincidieron con la celebración del referéndum de autonomía de Andalucía hasta el punto de que las únicas imágenes que existen sobre esa etapa política en los pequeños pueblos españoles, en este caso gaditano, están en manos del antiguo centro regional de Radiotelevisión Española en Andalucía y de la Universidad de Cádiz que ha digitalizado el documental de 23 minutos.
¿Qué aporta Antonio Javier González Rueda a todo esto? Además de una ingente investigación, una forma de conocer toda la historia de esos cuarenta años a través de los propios personajes novelados, las anécdotas y las circunstancias de la época, los testimonios ahora en boca de personajes literarios pero tan reales como la vida misma. En suma, una recreación que completa y lustra una historia que comenzó 40 años atrás y que se va a seguir desarrollando en ese pequeño rincón serrano llamado Villaluenga donde por haber, hay de todo. Hasta el milagro de un libro que no estaba proyectado que naciera.
Otros datos de interés
El Pueblo y yo, es un ensayo personal y visual (167 imaÌgenes a todo color) que viaja en el tiempo y en el espacio a la buÌsqueda imposible de respuestas a preguntas imperecederas sobre nuestra memoria. Este libro es un recorrido lleno de sorpresas, humor, imaÌgenes, documentacioÌn, testimonios y cariños por una España rural que comenzaba a cambiar tras deÌcadas de indiferencia. PodriÌa calificarse como "novela de la memoria": tiene la base cientiÌfica de la documentacioÌn, los trampantojos de la memoria y los entramados de una ficcioÌn.
En suma, es el relato novelado de la historia de amor entre un investigador y el Pueblo.
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Antonio Javier GonzaÌlez Rueda nace en San Fernando (CaÌdiz) en 1969. Es Doctor en Arte y Humanidades y toda su trayectoria profesional la ha desarrollado como Gestor Cultural de la Universidad de CaÌdiz. Posee asimismo la diplomatura en BiblioteconomiÌa y DocumentacioÌn y la licenciatura en Historia ContemporaÌnea, ambas por la Universidad de Granada.
Es investigador del Instituto de InvestigacioÌn para el Desarrollo Social y Sostenible (INDESS-UCA) y editor de la revista de gestioÌn cultural PERIFeÌRICA. Sus investigaciones transitan alrededor de la gestioÌn cultural y de los fenoÌmenos de patrimonializacioÌn, con una mirada muy especial hacia el patrimonio material e inmaterial de nuestro mundo rural.
Su primer libro de creacioÌn es
El Pueblo y yo (Madara Editoras), un ensayo personal y visual que viaja en el tiempo y en el espacio a la buÌsqueda imposible e respuestas a preguntas imperecederas sobre nuestra memoria rural a partir de un documental australiano rodado en España en 1981.