Ya estamos a 40 grados en Sevilla y ahora sí que hace calor en la capital andaluza. No me entienda mal, no quiero sufrir ni que los sevillanos y turistas soporten los rigores de ese impasible foco que asfixia hasta cuando se esconde tras el horizonte, pero tras un "veroño" de rebequita, hasta se echaba de menos que los termómetros sevillanos volvieran a ser los codiciados protagonistas de los intrépidos fotógrafos que a las horas menos recomendables, sanitariamente hablando, para pasear o recorrer las calles, suelen dejar constancia de los calores.
Y no exagero. Aquí el primero que nos ha dejado testimonio en nuestra cuenta de Twitter:
@Ayto_Sevilla deberíais de hablar con @AEMET_Sevilla o con @navedelmisterio , pero normal no es que marque 44°.
Digo yo! pic.twitter.com/g2EiH0GjNa
— CarpeDiem Fotografía (@manueljesussol) July 31, 2018
Como decía, en Sevilla los veranos suelen ser sofocantes, como lo es en todo el valle del Guadalquivir, incluso más si nos vamos hacia Córdoba o Montoro. Y después de lo que soportamos el año pasado, cuando las máximas se dieron en pleno mes de junio, cuando ni había llegado oficialmente el verano, este año estábamos como descolocados, porque aunque la Aemet nos diga que las temperaturas de estos dos meses están "dentro de la media aunque algo más suaves", los sevillanos no están acostumbrados a que a las once de la noche más de uno tenga que echarse una rebequita sobre los hombros ni que todos los días amanezcamos tapados con las sábanas, algunas mañanas hasta enredados en ellas.
Sevilla encara su primera ola de calor del año en plena operación salida de agosto, en la quincena en la que más personas huyen de la capital y cuando los grupos más numerosos son, en realidad, esos turistas que ni siquiera saben que los árboles que mal talan o apean nos sirven a los lugareños para cruzar la ciudad sin sufrir una insolación, para rebajar en algunos grados el ambiente sofocante que reina cuando los rayos del sol castigan la ciudad y la humedad del Guadalquivir hacen casi imposible tomar una bocanada de aire fresco sin que se sueñe con el aire acondicionado.
Pero en la ciudad quedará una buena parte de la población que estoicamente sabe cómo aguantar los rigores del verano sevillano. Ir fresquito, huir de los espacios abiertos sin sombra, pillar el autobús con aire acondicionado o acercarse a las tiendas y comercios para rebajar la temperatura corporal, líquidos varios y gorra y abanico. Y eso, si se sale a la calle, porque lo normal es que se evite salir en esas horas en las que la ciudad parece un desierto y esperar a que caiga la noche, cuando las terrazas se llenan de ansiosos sufridores deseosos de pillar algo de fresquito y olvidar que, tal vez, la noche sea tan insoportable como el día y haya que recurrir al aire acondicionado, 24 horas de temperatura artifical.
Normalidad. Sevilla acepta esta primera ola de calor con mucha normalidad. En primer lugar, porque ya hay costumbre y, en segundo lugar, porque hasta se echaba de menos. Y más este año, en el que la primavera ni se ha notado, en el que las lluvias del invierno dieron paso, casi sin solución de continuidad, a un verano que es más un "veroño", una estación que se va haciendo casi perenne en la ciudad, que ve con asombro cómo cada año es más habitual pasar del invierno al verano de sopetón. Lo de la ropa de entretiempo ya ha quedado para otros tiempos.
Y mañana, pasado y el otro volverá Sevilla, como otros lugares, a ser escenario de conexiones de televisiones nacionales, bajo los termómetros locos que marcan 56 grados aunque no hayamos pasado de los 42, en la explanada junto al puente de Triana donde toman el sol muchos turistas o junto al Prado, bajo la estatua del Cid, uno de los puntos donde el tráfico multiplica por cinco el sopor veraniego. Pero, lo dicho, con normalidad, que los 40 grados son de lo más normalito en Sevilla y que es verano, que ya lo echábamos de menos. Pero que pase pronto, por favor. Que tampoco está mal dormir bien por la noche...