El Plan Director del Arbolado Urbano de Sevilla (2019-2039) parece un buen documento de diagnóstico del estado de los árboles de la ciudad, que trata de dar respuestas a la creciente y positiva preocupación de los sevillanos sobre el patrimonio verde, tanto por los arboricidios perpetrados por Monteseirín y sus sucesores como por los efectos del cambio climático, y porque, que se recuerde, carece de precedentes. Es decir, nunca antes se habría realizado un trabajo tan exhaustivo como éste, encomienda que hay que reconocerle al gobierno de Espadas. Aun valorando positivamente la labor desarrollada, hay aspectos mejorables o discutibles, siempre desde una óptica constructiva.
Si se va a centrar únicamente en el arbolado, como su nombre indica, se trata de un plan reduccionista. Debería haberse desarrollado un Plan de Vegetación y no sólo arbóreo, aunque contiene apuntes en esa dirección. Como consecuencia de los pesticidas, la contaminación, los monocultivos, las especies invasoras y el cambio climático las abejas, abejorros, mariposas y otras especies polinizadoras, vitales para la agricultura y la supervivencia de plantas y ecosistemas, están reduciéndose de forma tan acelerada en el mundo que la ONU ha declarado el 20 de mayo como Día Mundial de las Abejas y en numerosas ciudades y países han surgido iniciativas para incrementar sus poblaciones, ya que polinizan el 80% de las plantas.
A título individual se han multiplicado las personas que instalan colmenas en balcones, terrazas y azoteas. Y hay ciudades, como Oslo, donde se han creado las denominadas “autopistas” para abejas e insectos mediante la siembra de plantas melíferas a lo largo de kilómetros (con macizos de plantas al menos cada 250 metros) y aprovechando desde suelos hasta alféizares y tejados para que esas especies beneficiosas hallen alimento y puedan multiplicarse.
Bordes sin plantas
Miremos a nuestro alrededor en Sevilla. Por ejemplo, a esas praderas de césped o suelos terregosos de parques como el del Guadaíra, en cuyos bordes no se ha sembrado ni una sola planta que pueda servir de sustento y cobijo para abejas, pájaros y otras especies, al contrario de lo que se está haciendo en Europa y Estados Unidos.
Esta política de revegetación debería aplicarse en toda Sevilla como prioridad absoluta, pero parece que los árboles no nos dejan ver las humildes y esenciales plantas, el sotobosque. El Plan del Arbolado se limita en este sentido a las recomendaciones Nº 25 y 26 para algunos parques (Amate, Vega de Triana, San Jerónimo) y calles peatonales, pero a nuestro juicio deberían generalizarse y no constreñirse a sólo unos pocos espacios.
Como toda la atención se ha centrado en lo que se ha escrito y declarado sobre el supuesto exceso de naranjos en Sevilla han pasado inadvertidos otros aspectos que creemos mucho más importantes, como la existencia de 21.888 alcorques vacíos, aunque luego, en el mismo documento, con datos contradictorios se reducen a 19.369.
Es más, en la rueda de prensa de presentación del Plan se habría limitado a 12.300 los alcorques a replantar de árboles con el confuso argumento de que los restantes no cumplen las mínimas condiciones de espacio para ser arbolados.
Por tanto, 9.588 alcorques se ensolarían o se taparían con cemento, y se perderían estos espacios verdes para la ciudad. Esta implícita política no debe ser aplicada: alcorque donde supuestamente no quepa un árbol debe ser ocupado por un arbusto o una planta, como alternativa.
Además, los redactores del Plan proponen reducir a la mitad el número de alcorques vacíos en un periodo máximo de cinco años, lo cual supondría plantar sólo 6.150 árboles en los mismos y en ese periodo. ¿Por qué dejar otros 6.150 alcorques vacíos al cabo de un quinquenio y no llenarlos de árboles todos en el menor plazo posible? Recuérdese que Espadas prometió durante la última campaña electoral lo siguiente: “campañas de plantaciones que conlleven al menos 5.000 ejemplares anuales, con un mínimo de 20.000 ejemplares más en los primeros cuatro años, lo que permitirá, además de reponer los alcorques vacíos, incrementar los árboles en los parques….”. A las palabras del alcalde nos remitimos: no debe quedar ningún alcorque vacío al final del mandato (los 21.888 contabilizados, no los 12.300 de que se habla).
Reducir naranjos
Los redactores del Plan han contado 45.065 naranjos sólo entre los 182.033 árboles cuyo mantenimiento depende del Ayuntamiento (se han censado 235.000 árboles pero según la cobertura vegetal existente, un 20% del espacio, se estima que en total debe de haber 300.000 en toda la ciudad), luego la proporción de agrios es del 24,76%. “Se trata -dicen- de una excepcionalidad propia de Sevilla, donde supone una especie emblemática ligada a la imagen de la ciudad”.
En la rueda de prensa, el alcalde y las directora de la empresa redactora del Plan parecieron abogar por no sembrar ningún naranjo más con el fin de que a medida que se planten otros árboles su proporción se reduzca al 10%. “Si tuviéramos un problema grave con los naranjos, como está sucediendo en otras ciudades, sería devastador -afirmó Espadas- porque dependemos en exceso de esta especie, pero no nos planteamos ir a saco ni demonizarlos”.
Sin embargo, en la directriz Nº 9 del Plan puede leerse lo siguiente: “Elaborar un Plan Especial del Naranjo para toda la ciudad que llegue a definir calle por calle aquéllas en las que mantener la especie y en cuáles no. El esfuerzo debe centrarse más en el viario, donde supone el 33%, frente al 11% en zonas verdes”. Este párrafo contribuye a la sospecha de quienes hablan de que Espadas planea un “naranjicidio” en Sevilla.
Aunque somos partidarios de incrementar la biodiversidad arbórea de la ciudad con nuevas especies, en todo caso la sustitución de naranjos debería hacerse a medida que los naranjos se fueran perdiendo por razones puramente biológicas, pero no de forma sistemática que recuerde a los arboricidios de infausta memoria.
No obstante, hay que relativizar la amenaza de plaga bíblica que parece invocarse como única razón contra los típicos naranjos sevillanos. Estos 45.000 naranjos están repartidos por las 8.740 hectáreas del casco urbano y por lo tanto el riesgo de que una plaga acabe con todos a la vez es muy limitado y habría tiempo para combatirla, como ha ocurrido con el picudo de las palmeras.
Si se actuara con ese miedo, ¿cómo se justificarían entonces las más de 3.000 hectáreas de cítricos en una sola ubicación de la Río Tinto Fruit y que constituye la plantación más extensa de Europa? ¿O las 1.500 ha. Íntegramente de naranjos de J. García Carrión en el Andévalo onubense para su marca de zumos Don Simón? En este caso la compañía murciana habla de “millones de naranjos”, resultado de una inversión multimillonaria en euros y que no se ha frenado por miedo a posibles plagas y pese a que el riesgo para tan ingente cantidad de árboles unos junto a otros no es comparable al de los 45.000 naranjos diseminados por toda Sevilla.
Olmos y palmeras
Plagas ha habido y siempre las habrá, tanto para el naranjo como para otras muchas especies, y lo que hay que hacer es combatirlas cuando se presenten, pero el miedo a las mismas no puede invocarse para tratar de justificar una especie de política preventiva de erradicación de árboles como parece denotar la directriz Nº 9 del Plan.
En contraste, nada similar se preconiza para los olmos, pese a que en su momento se temió que la grafiosis los exterminaran en prácticamente toda Europa. Pues bien, según el inventario en Sevilla aún sobreviven 4.718. Es decir, hay un olmo por cada diez naranjos. ¿Hay que erradicarlos por miedo a dicha plaga? ¿Y qué decir de las palmeras? Aún tenemos 9.748. Los redactores del Plan podrían recomendar eliminar una buena proporción, como de naranjos, por las plagas que sufren, pero en sus directrices de la 53 a la 56 instan a su saneamiento, mantenimiento y vigilancia para detectar amenazas aún no llegadas a la ciudad, como la HLB y Xilella fatidiosa, pero no a su limitación como con el naranjo, cuando equivalen a casi la cuarta parte de esta especie.
Más preocupante es la errónea selección de especies que se ha hecho hasta ahora en Sevilla: el 35% de las mismas se considera inaceptable. Otrosí, la falta de viveros de calidad para abastecer de árboles a la ciudad. ¿Y los viveros municipales? Aquí tiene Espadas un clarísimo nicho de empleo para reducir el paro y contribuir a la mejora de nuestro patrimonio forestal.
Y atención a lo que se dice en el Plan sobre motivos para la tala de arbolado. Se justifica cortar árboles que provoquen “interferencias que causen daños en elementos de obra civil”. Suele ser al revés: obras que dañan a los árboles porque se proyectan allí donde ya están éstos y porque resulta más barato cortar el árbol que buscar una alternativa. ¿No sería el caso de las melias junto al mercado de la Puerta de la Carne? También se justifica en el Plan cortar árboles “en los casos en que los beneficios de ejecutar una obra de interés público superen a los aportados por el arbolado afectado”. Este párrafo habría servido de coartada a Monteseirín y Zoido para justificar sus arboricidios para el tranvía o por las vistas de la Torre del Oro.