Asegura el productor musical Dani Llamas como colofón al ‘Futuro que nunca existió’ que describe en las páginas de la revista de ideas y culturas ‘El Papel de La Voz’ que Jerez es una ciudad romántica, es decir más sentimental que racional. Por eso en ese devastador horizonte que vaticina, quizás el que le dictan a quien debe huir de sus raíces para que su proyecto de futuro agarre en otras latitudes, solo ve que sobreviva intacta La Moderna. La emblemática cafetería, el bar canalla, se mantiene incólume aunque rodeada de una distopía lúgubre y desheredada. Quizás la que ya vivimos sin darnos cuenta. En 'La balsa de la medusa', el hipnótico óleo que pintó Gericault en el XIX, se escenifica el naufragio de la fragata de la marina francesa ‘Méduse’, con centenar y medio de personas a la deriva. Tardaron 13 días en rescatar a los 15 supervivientes, los cuales debieron soportar el hambre y el canibalismo, la deshidratación y la demencia, la violencia y la desesperación. Fue un escándalo con eco internacional debido, en parte, a la incapacidad del capitán que debía guiar a buen puerto la nave.
Cuando escribo estas líneas faltan 24 horas para que se cierre la campaña electoral. Cuando ustedes lean la primera publicación de este artículo no habrá concluido la jornada en la que 165.400 jerezanas y jerezanos están llamados a las urnas para elegir al Gobierno de la Nación. Dos días después, este artículo volverá a aparecer en Viva Jerez y en lavozdelsur.es y ya estará totalmente desactualizado en lo formal aunque no en su fondo. Nadie es capaz de vaticinar en este momento qué va a ocurrir este domingo pero todo el mundo puede imaginar qué ocurrirá aquí el día después. Nada. Para esta ciudad en la que vivimos y trabajamos (si nos dejan) no cambiará nada. Independientemente de la marca política que se haga con el poder, poco va a poder esperar Jerez del nuevo Gobierno salvo lo bueno que el resultado traiga para el conjunto del país.
Quienes resisten sobre la balsa, mientras unos y otros se devoran, mientras otros enloquecen con fotografías tan surrealistas como la de Jesús cargando con su cruz ante un gigantesco árbol de Navidad, han dejado de esperar. Seca la imaginación de quienes nos han gobernado, impregnados de la mediocridad y la nada, sus gobernados ni protestan ni se levantan. Apenas unas 20 mujeres como salidas de la plaza de mayo van en tropel, guiadas tal vez por algún flautista en Hamelin, para exigir comida cara a cara ante las fuerzas del orden que hacen de barrera para los políticos. Nada ha cambiado desde la Mano Negra en el XIX. En aquella época romántica Jerez aglutinaba el 20% de las exportaciones de toda España. Hoy hay más de un 40% de tasa de paro –un 100% más en la última década- con un 600% más de población que hace siglo y medio. ¿Alguien piensa venir al rescate?
Después del 20 de diciembre no ocurrirá nada. Ni siquiera hay ganas. El gobierno en minoría parece acomodarse en su insuficiente minoría. La oposición, descuartizada, tampoco parece con ánimo para tomar el mando y mojarse como para salvar a los náufragos. Hacen falta valientes, temerarios sin experiencia ni bagaje, que den puñetazos que remuevan esta “tumba inmensa”, que diría Moreno Barranco. ¿Por qué unos en lugar de negar sistemáticamente la legitimidad del otro no se dedican a tomar el mando y a construir mirando hacia atrás sin ira? ¿Por qué otros no aparcan su voracidad autodestructiva y cicatrizan lo interno para que prime el proyecto común? ¿Por qué no se arremangan todos para encontrar soluciones con un mínimo de consenso frente a la fractura social que sufre un Jerez que se desangra? ¿Por qué no dan alternativas antes de babear partidistamente a cada frente de conflicto que se abre? ¿Por qué tantas cosas sin respuesta? Nada. No ocurrirá nada. Para salvarse de la balsa a la deriva lo primero es querer salvarse.