El pasado miércoles estuvo coronado por este deseo que desde temprano hacía sonar la alarma ronca del teléfono. Lo vimos y leímos encerrado en el casillero, en esa especie de bocadillo alargado que se hace sitio y permanece en los predios virtuales, deseo que se vuelve inmortal por decisión del destinatario. Sin embargo esta sincera esperanza padeció otro día más la ira desatada de la violencia que se cebó en una joven, otra mujer que viene a incrementar la lista de víctimas por el maltrato, otra mujer que va muriendo poco a poco desde hace no se sabe cuánto.
La historia se escribe con ellas, con las que desde su ignorancia vivieron su propia humillación como la natural consecuencia de sus equivocaciones y de sus malos actos, como les había inculcado en la familia, mujeres silenciadas porque la referencia que se tiene de ellas ha sido por la oralidad, por lo que la trascendencia ha quedado en su círculo de afectos, a menos que una mente inquieta haya recogido su historia en unos folios.
Es la forma de salir a la luz, de ventilar y sanear las ideas que fueron aprendiendo con la experiencia primero y con el saber después, porque ellas abrieron despacito las puertas de la escuela, entraron con más seguridad por las del instituto y empujaron las de la Universidad.
Hildegarda von Bingen, Sofonisba Anguisola, Artemisia Gentileschi o Luisa Roldán son recordadas y reconocidas hoy por el trabajo intenso y riguroso de las estudiosas que llevan años leyendo y descifrando manuscritos, legajos y documentos que poco a poco van llenando huecos en la historia. No sería honesto omitir la labor de algunos estudiosos implicados en el tema, que son más de los que imaginamos pero menos de los que sabemos.
En cualquier caso, es grato comprobar que se van logrando los objetivos, que cada año que pasa se van sorteando escollos y se sube otro escalón. El ejemplo lo tenemos en las actividades organizadas por los ayuntamientos. Se comenzó por una conferencia en este ocho de marzo junto a la entrega de un premio literario; luego se extendió a la enseñanza, donde se empezó a trabajar el tema desde el debate. Más tarde, la jornada se alargó a una semana, con talleres para los alumnos dentro del centro y para los adultos fuera de él y hoy los actos alcanzan el mes, seguidos por una mayoría importante que actualmente recuerda a aquellas mujeres.
Ellas dieron el paso cuando pronunciaron el primer “no”; cuando enseñaron a razonarlo y contestarlo con los cuentos que favorecían la llegada del sueño; cuando lo expresaron con rotundidad al incumplir a una obligación impuesta por lo injusta e ilógica; cuando comprendieron que la valentía y la decisión las hacía libres.
No tienen rostro ni nombre en las enciclopedias, pero su obra está en las demás, en las que les sucedieron en esta lucha particular sin saberlo, en las mujeres de hoy que tienen vida propia porque que pueden conciliarla sin tener que renunciar a su crecimiento intelectual. A ellas tendríamos que recordarlas siempre, a las conocidas porque sus vidas y su valor son impresionantes y a las anónimas por haber abierto la rendija que se fue agrandando al paso de las demás.
El trabajo va dando sus frutos aun teniendo que convivir con el acoso, el maltrato y el crimen. Por ellas, por nosotras, valor y amor, paciencia y resiliencia.