La música es el arte de conjugar sonidos y silencios, la que nos acompaña en esos momentos que necesitamos un paréntesis en la cotidianeidad. Cierto es que cada uno de nosotros es tan especial como la forma en que decidimos aislarnos, sin embargo somos muchos quienes recurrimos a la música, porque nos da una especie de descanso mental que envuelve el receptáculo que nos encripta.
La tecnología nos la proporciona con facilidad, sin embargo es la imagen de una radio la que nos viene a la memoria y más en la actualidad, en que la emisora Radio Clásica acaba de conmemorar su medio siglo de existencia. Lo que en un principio pareció destinado a una inmensa minoría, ha ido consolidándose hasta tener un número considerable de seguidores en las redes sociales que, como es lógico, tienen su apartado en algunos programas, seguidores que primero fueron oyentes atentos a una pregunta que deseaban contestar en directo por teléfono. Clásicos Populares fue uno de los que implicó a la audiencia, capitaneado por Carlos Tena y Fernando Argenta, entre otros.
Otro espacio muy recordado fue La Noche Cromática, que desapareció después de cuatro años. La cita era de diez a medianoche, dos horas amenas, enriquecedoras donde se unían el divertimento y el rigor, la didáctica y la cercanía y que acabó casi por sorpresa al coincidir con la etapa de los expedientes y las jubilaciones anticipadas, un cese que no sentó nada bien a la audiencia, porque el programa consiguió su objetivo, la divulgación de la música, que llegara a todo tipo de público. Este silencio dura ya nueve años y desde hace un mes los oyentes nos enfrentamos a otro, aunque muy distinto.
Es el del vacío, el de la ausencia, por donde aún resuena la voz José Luis Pérez de Arteaga. El Mundo de la Fonografía, espacio que dirigía y presentaba, se ha quedado sin ella, sin la entonación cantarina que la distinguía y al mismo tiempo acercaba al oyente que esperaba el análisis breve, concreto y ameno de la pieza a escuchar. Su espacio estuvo treinta años en antena y acabó prácticamente el mismo día en que falleció, jornada que Radio Clásica le dedicó. Ha pasado un mes y aún se le nombra si la emisión incluye alguna obra de Gustav Mahler, ya que era uno de los biógrafos más importantes del músico a nivel europeo. E
ra un auténtico placer oírlo porque era él quien nos acercaba a la música y no al revés de una manera natural, con total ausencia de dogmatismos, demostrando una gran capacidad de análisis. Si opinaba sobre alguna pieza lo hacía con un lenguaje tan sencillo que era entendido por todos, haciendo de la cercanía una virtud. Su naturalidad, su franqueza la recordamos en cuanto conectamos la radio y será muy difícil desligarlo del concierto de Año Nuevo transmitido por televisión, de dejar de asociarlo con él, que adornaba con los datos del currículum del director elegido para la fecha, con las curiosidades rescatadas de la vida de los autores incluidos en el programa, con los comentarios sobre las caras conocidas que aparecían en el público, dos horas y media que volaban junto a su voz.
El Mundo de la Fonografía también la conserva en sus podcast. En ellos comprobamos que José Luis Pérez de Arteaga vivió con la música, disfrutó con ella e hizo disfrutar al oyente, abriendo ese paréntesis tan necesario en la cotidianeidad.