Nacieron después del mayor accidente nuclear de la historia. Han visto vídeos y fotografías y les han contado muchos relatos, algunos de ellos en primera persona, de lo que ocurrió aquel fatídico 26 de abril de 1986 en la central nuclear del norte de Ucrania, a pocos kilómetros de Chernóbil y de la frontera con Bielorrusia. Explotó el reactor 4 de la central y con él la vida y las ilusiones de toda una población.
El 25 de julio llegaron a la provincia de Huelva hasta 21 niños que han crecido en una tierra manchada de radiación. Algunos se quedan en la capital, otros en la costa y algunos en el zona del Condado y en la Sierra-Andévalo. Hasta el 8 de agosto convivirán con familias dispuestas a brindar su apoyo a estos jóvenes.
La llegada de ellos no es en sí un proyecto solidario y vacacional, sino una estancia de sanación. “No hacemos un programa para niños pobres, sino un programa para recuperarlos en salud”, asegura a Viva Huelva la vicepresidenta y secretaria de Asnia Huelva, Nieves Sánchez.
Los niños llegan con un alto nivel de radiactividad por el yodo 131 y el cesio 137. Es más, les hacen una medición inicial al llegar a España y una última cuando deben regresar con sus familias biológicas, “y se nota la mejora en la salud de los niños”. Una vez se instalan con las familias onubenses, los niños acuden a revisiones médico-sanitarias y, según patologías que puedan tener, van siendo derivados a especialidades. Más allá de la mejora saludable, los jóvenes disfrutan de jornadas de convivencia como la ya producida en Bonares o las que se realizará a lo largo de este lunes en la Ciudad de los Niños, además de las jornadas en la piscina municipal de Paymogo y en el Aquopolis de Cartaya.
Disfrutan del descanso y de las bondades de la provincia onubense como las playas o la gastronomía. De esta manera, los niños mejoran de forma considerable su sistema inmunológico y las familias onubenses crean vínculos afectivos tanto con ellos como con las familias biológicas.
Nieves Sánchez lleva años acogiendo a niños de Chernóbil y asegura que se trata de una “experiencia gratificante e inolvidable”. “Es una satisfacción muy grande porque uno tiene la idea inicial de ayudar pero al final acabas recibiendo mucho más de lo que das. Ves que ellos pueden llegar con desnutrición y cómo mejoran después de su estancia aquí”, confiesa. Es más, “se le abre una puerta llena de oportunidades a niños que no la tenían. El mayor que he tenido se ha podido graduar en Derecho y de no haber podido salir no sabría si él lo hubiera logrado”, explica Nieves Sánchez a este diario.
Alimentos contaminados, salud frágil y ciudades vacías
Los lácteos, las verduras y la fruta fresca son armas letales en las regiones cercanas a Chernóbil incluso 32 años después de la tragedia. Productos altamente radioactivos y únicas vías de alimentación para muchas poblaciones que viven día tras día con las consecuencias de una de las mayores tragedias medioambientales de la historia.
“Hay un problema de desnutrición. La salud de los niños es frágil y llegan a los aeropuertos de España con altos niveles de radioactividad. Nada más llegar les hacemos mediciones de yodo y les hacemos controles en las medicaciones”, confiesa Nieves Sánchez, quien añade que “después de estar en Huelva o en cualquier sitio de España, estos niños mejoran considerablemente su sistema inmunológico. Es más se fortalecen y dejan de absorber tanto cesio cuando regresan a sus casas”.
Unos 900 niños de Bielorrusia y Ucrania pasan en España más de un mes alejados de la contaminación. Ciudades y pequeños municipios de los alrededores de Chernóbil siguen estando vacías por las consecuencias a día de hoy de la explosión. El mejor ejemplo es el de Prípiat, situada a solo tres kilómetros de la central nuclear y que es una ciudad fantasma.
La facilidad para lograr hacer(se) feliz
La Asociación de Niños de Acogida en Huelva (Asnia) es una organización sin ánimo de lucro con la finalidad de contribuir a paliar las desastrosas consecuencias producidas por la explosión en la central nuclear de Chernóbil.
Para que cualquier familia, también monoparental, pueda acoger a un niño o una niña de Bielorrusia debe ser asociado a Asnia y hacer frente a un simbólico pago mensual, además de participar en eventos benéficos que organiza la asociación. “Para que venga un niño a Huelva se hacen falta unos 950 euros y hacemos mucho trabajo artesanal a lo largo del año para que a las familias apenas les cueste dinero acoger”, indica Nieves Sánchez. Con muy poco es muy fácil hacer y hacerse feliz.