Los grandes movimientos son espectaculares, llaman la atención de todos. Lo malo es que a veces son como los torrentes. Donde hubo una gran tromba después queda un cauce seco, como si nunca por allí hubiese corrido el agua. La fuerza no tiene nada que ver con la permanencia. El mayor ejemplo lo tenemos en los movimientos de las plantas. No podemos pararnos a ver como una enredadera cubre una torre. Nuestros ojos son incapaces de ver sus avances en la colonización de la piedra. Pero moverse se mueve. A estos sutiles desplazamientos se les llama nastias y tropismos. Hay quien considera que ambas palabras son sinónimas. Tienen muchas semejanzas, pero evidentes diferencias.
Los tropismos los realiza la planta en relación con estímulos como la luz, el agua, los nutrientes. Se inclina hacia donde recibe estos estímulos y estos movimientos suelen ser perdurables. Las nastias en cambio son movimientos por influencia también de factores externos, pero no necesariamente hacia donde se recibe el aliciente y no muestran una tendencia definitiva, son susceptibles al cambio.
Qué difícil distinguir una nastia de un tropismo. La ultraderecha ha entrado en Europa, al principio no se le dio importancia, no era más que una nastia. En algunos países hemos descubierto que es un tropismo.
¿De qué tipo es el auge en España? No lo sabremos hasta que pase el tiempo, pero esperar a las próximas elecciones me produce cierta inquietud. Querría ser capaz de percibir de qué se nutre y cómo. Creo que querría que fuera evidente a todos y todas. Convertir los deseos en realidad no deja de ser a menudo una quimera. No nos queda más que estar muy alertas, no sea que nos quedemos dormidos y despertemos demasiado tarde. Entonces los zarcillos pueden estar tan profundos que para arrancarlos sea necesario llevarse las piedras.
Ojalá la historia no fuera más que pura superación. Volver al siglo XVIII y considerar que la razón nos mueve siempre hacia delante, que la experimentación nos hace aprender de nuestros errores. Nada más lejos de la realidad, es un organismo más complejo, como el dibujo de una concha de caracol. Una espiral que se aleja y se acerca.
La memoria es lábil. Además, cada vez que recordamos algo no podemos tener certezas, sabemos que hay mucho de recreación. Dos grandes hándicaps que hacen que su construcción sea vulnerable. Tan, tan vulnerable que cuando le damos a leer a los chavales los libros de historia en el colegio para que la crean a pie juntillas, lo que en realidad les estamos ofreciendo es una novela.