Es difícil evitar la actualidad, sobre todo en un día como el de hoy, el uno de octubre más largo de la historia. Los mensajes se han repetido durante estos últimos días, han dado varias vueltas por los teléfonos móviles, porque no ha habido un minuto en que la noticia haya cedido su tiempo o parte de él a otra. Lo cierto es que permanecemos expectantes, queramos o no, y como quedan varias horas para que este día acabe, el periódico cumple su función informativa, ayudando a ubicarnos en este presente dominical, jornada de asueto, víspera laboral y colegial.
La hablilla elige esta última opción, porque hace un par de días navegaba por el espacio virtual un anuncio sorprendente que inevitablemente devolvió a las aulas a quienes peinamos canas. Se trataba del Bic de cuatro colores que nos acompañó durante la enseñanza primaria, el que desapareció y como el Guadiana vuelve a estar entre nosotros publicitando la retractilidad como utilidad. La imagen muestra a un niño sonriente, escribiendo, presumiendo de bolígrafo, recurriendo al pulgar para cambiar el color de la tinta del texto en el que está trabajando mientras otros lo miran.
Se trata de una escena sencilla, corriente y recurrente por este mes que expiró, sin embargo subyace su interés por este bolígrafo, tan simple como conocido y con más años que el alumno. Realmente apreciable. De inmediato la memoria rescata los primeros, los delgaditos llamados naranja y cristal, portadores de dos escrituras a elegir. Desde entonces hasta ahora podríamos decir que hemos gastados algunos litros de tinta. Cuántos, seguro que alguien los ha calculado.
Grosso modo, los primeros se los quedaron los apuntes y los exámenes, testigos de la evolución y la deformación de la caligrafía. Luego el litro se fue dispensando a granel con la firma del contrato del apartamento, de las letras del coche y algo más con las primeras ideas que más tarde fueron escritos íntimos convertidos en poemas o relatos, porque el Bic es también amuleto para muchos escritores, por el color azul de la tinta que no ha variado con los años y que no les molesta la vista, dicen; por el peso, ya que al ser más ligero la escritura es más rápida; porque nunca faltan en las papelerías ni en los bazares ni en los aeropuertos, en fin, por mil y una razones que lo han hecho imprescindible.
En este momento, reaparece entre sonrisas el misterioso agujero lateral y el del capuchón. Cuánto tiempo estuvimos dándole vueltas al tema hasta que la física apareció en nuestras vidas. Pero volviendo al anuncio del bolígrafo de cuatro colores, se adivina un guiño a la importancia de la escritura a mano y otro al pulgar y a su capacidad para cambiar colores, además de la de saltar por la pantalla de un móvil. También asoma una especial predilección al haber formado parte de la casa donde hemos crecido, porque ha sido utilizado por nuestros mayores y todo esto le da un toque afectivo. Quizás sea el bolígrafo que más recuerdos regala. Es popular, está por todas partes y, como antaño, comparte expositor con los delgaditos de cristal.
Con uno o varios colores, el Bic se utilizará hoy para anotar, tachar, corregir y componer la crónica de este uno de octubre, largo e inquieto. Rozando la madrugada, el bolígrafo descansará junto al teclado.