Hasta el punto que la inquietud por documentar este interés ha hecho proliferar museos dedicados exclusivamente a la comida tradicional china donde todo se ve muy apetitoso pero, naturalmente no se puede comer. Está fabricado a partir de moldes de plástico, lo que no impide que se puedan contemplar exquisiteces legendarias, multitud de recetas de comida china y una reconstrucción de los platos que se degustaron en los banquetes más famosos de la historia de China en exposiciones que los exhiben y documentan.
El museo enclavado en la ciudad de Hangzhou, es quizá el más magnífico de todos los dedicados a la comida en China y seguro el más costoso, pero es público y gratuito, contrariamente a otros museos más modestos como los de Chengdu y Kaifeng que son privados.
El museo de Hangzhou cuenta con cientos de modelos a escala real de deliciosos platos de modo que sus visitantes pueden deleitarse con réplicas de recetas budistas vegetarianas, tentempiés consumidos en la Edad Media y delicados pasteles hechos en la ciudad hace más de 800 años.
Asimismo cuenta con un emblemático libro de cocina en exposición, y con réplicas de algunos de sus mejores platos con los que la ciudad agasajaba a los diplomáticos que la visitaban. Todo a cargo de un chef que ha hecho posible este museo, el veterano Hu Zhongying quién junto a su equipo emplearon dos años en la investigación y documentación de cada plato expuesto.
A pesar de este interés hay muchas personas en China que están preocupadas por el declive de la costumbre de cocinar. Es una queja común que los profesionales constatan que las nuevas generaciones no se esfuerzan lo necesario para aprender los secretos de su cocina tradicional.
